Un
vuelco de fe
Afrontar los riesgos
emocionales que implica la intimidad nos requirió confianza, mucha y de varios tipos. Confianza en cada uno de
nosotros dos, en el otro y en el modelo pareja matrimonio. Confianza para
aceptar que el concepto de estabilidad ya no tiene el mismo sentido que en
otras épocas y que el voto “hasta que la
muerte nos separe” no es una ironía ¿Quién cuando asiste a una boda, no se
pregunta discretamente cuánto durarán?
Ideas sobre la
confianza en el matrimonio:
·
Considerar
una posible disolución como algo propio de cualquier mente realista, es el
primer, sutil, sabotaje a la confianza.
·
El
sentido de continuidad y permanencia, aportados por el compromiso, crea la
atmósfera para que florezca la confianza.
·
Aunque
confiar en la pareja pueda significar cosas distintas según cada usuario
(dependencia, lealtad, honestidad, fidelidad…), esencial es la seguridad
emocional.
·
La
confianza capacita para poner los sentimientos más profundos sobre la palma de
la mano del otro.
·
Mientras
que los sentimientos de enamoramiento o excitación sexual pueden crecer y
disminuir a lo largo del tiempo, idealmente la confianza es una constante.
Pero:
·
Cuando
el mundo– siembra dudas, ¿es posible pasarlas por alto?
·
La
capacidad para sentir confianza en las relaciones íntimas, ¿depende de la
educación temprana en el hogar, de la calidad de la relación entre nuestros
padres, de las propias experiencias de amor…?
·
¿Quién
confía o es de confiar en un ciento por ciento?
Certezas:
·
Arriesgarnos
a confiar puede lograr que los demás también lo hagan con nosotros.
·
La
verdadera confianza se siente, no es voluntaria. Necesita desarrollarse con el
tiempo, mediante el compartir gradualmente los pensamientos y sentimientos más
profundos y el observar como son recibidos.
·
Este
desarrollo requiere fe y al mismo tiempo expande la fe.
·
Para
amar a otra persona, el “vuelco de fe” es la caja de ahorros que respalda la
tarjeta de crédito.
·
Cuanto
más invertimos en confianza y fe, más aumentamos el compromiso.
Tendencias de riesgo:
·
Idealizar
a los otros y comparar sus “relaciones perfectas” con las nuestras.
·
Sentimientos
satisfechos con lo que tenemos solo en la medida en que esto exceda nuestras
expectativas o las comparaciones que tenemos a mano.
·
La
búsqueda de la perfección.
·
Sentarnos
a juzgar las relaciones de otras personas de modo que confirmen nuestros
prejuicios. Lo que parece malo para nosotros (ella no se pierde cursos de
crecimiento personal, él tiene necesidad de estar muchas horas solo, ella no se
contenta con criar los hijos y administrar la casa, él tiene secretos, ellos no
quieren tener hijos por ahora, ellos no tienen tiempo para ellos) puede
funcionar para las otras personas. La intolerancia hacia las conductas de los
demás habla de nuestra propia intolerancia para reconocer y aceptar los estilos
del otro y propios.
El
desafío
El modo como nos
mostramos nuestra mutua dedicación era un sobreentendido, algo tácito, hasta
que: a) pudimos desarrollar confianza para poder expresar nuestras emociones
sin disimulo y b) lograr que estas fueran escuchadas.
Cuando,
por ejemplo, yo llegaba de la oficina y le contaba que había sido muy criticado
en tal o cual gestión, y ella, para que no me sintiera tan solo, me contaba que
también había pasado un mal día por algo que había pasado en casa –o a la
inversa–, sentíamos que ninguno valorizaba los sentimientos del otro.
Otra
forma de desalentarnos era decirnos lo que hubiéramos tenido que hacer o
responder ante el problema. En verdad, lo que ambos necesitábamos para aumentar
la confianza era charlar sobre el tema, simplemente eso. Estar presente,
eventualmente discutir alternativas, más que una solución, queríamos una oreja.
Explicar
esta necesidad fue el primer paso para desbloquear la intimidad y poder
examinar juntos la validez de las propias expectativas acerca de la relación.
Mientras estas expectativas se mantienen fuera de la conciencia y sin ser
comunicadas, ambos sentíamos haber sido traicionados, y eso perpetuaba lo
sentimientos de confianza.
Traición
significa que alguien hizo una promesa y la rompió. Con frecuencia las parejas
nos sentimos traicionadas sin haber hecho trato alguno. Tal vez quisimos o
esperamos algo de alguien, pero esa persona jamás aceptó llevarlo a cabo.
Esposas
que pretendían ayuda del marido en las tareas del hogar y en la atención de los
chicos sin haberlo siquiera mencionado o maridos que pretendían, por el hecho
de serlo, contar con el apoyo de su mujer en todas sus opiniones, sienten que
fueron traicionados al fallar sus expectativas.
Rara
categoría la de quienes creen que si la otra persona siente verdaderamente amor
siente obligación de leer el pensamiento; que las parejas bien avenidas rara
vez están en desacuerdo, que estar enamorado es sentirse de un modo inmutable
en el transcurso del tiempo.
Cuando
los sentimientos de traición, aun los más sutiles, se presentaron entre
nosotros, fue el momento de examinar las expectativas más que las fallas de uno
u otro. Muchas de nuestras expectativas no resistieron ni a ese ni a
posteriores escrutinios. La única que siempre nos parece razonable es la que
dice que vale la pena el intento de conseguir intimidad.
En
estos días, alteramos periodos de mucha cercanía, de hablarnos con sinceridad,
de sexo frecuente, de co-escritura y co-creación de proyectos; periodos
platónicos, de amor a distancia, de viajes individuales, de silencio del otro;
y también periodos en los que parece que cada uno marcha en dirección opuesta
al otro.
Nuestro
amor se profundizó y creció infinitamente a medida que fue dejando de ser algo
personal, de dos personas en dirección a un mismo lugar. Permanecer en la unión
a pesar de las diferencias, ritmos y objetivos distintos, un día, o una noche,
empezó a expandir nuestro matrimonio hombre-mujer a otro mayor, a abarcar a los
seres, animales, cosas, pequeños detalles…
Tomado
de:
Kreimer,
J.C. (s/f). Intimidad. Rev. Uno Mismo.
Vol. V (1)
Comentarios
Publicar un comentario