Es
común que las personas repriman su ira, agresión y hostilidad interna; la
consideran desagradable, indigna e incluso un fracaso moral o un revés espiritual.
No se dan cuenta de que la ira reprimida no pierde su energía y que, si no es
reconocida y trabajada, se manifiesta de formas perjudiciales para la salud y
el progreso en general. La intención que está detrás de la ira es negativa, y
tendrá consecuencias negativas aunque no se exprese.
Un enfoque provechoso es ver la energía de la
ira de manera positiva y utilizarla para catalizar las ambiciones y acciones de
una forma útil. Por ejemplo, digamos que estamos enfadados con nuestro jefe. Estamos
resentidos. Nunca reconoce nuestras habilidades o esfuerzos. Pero sabemos que
no es prudente expresar la ira y el resentimiento, pues es probable que ello
derivara en la pérdida de nuestro trabajo o, por lo menos, provocaría el
resentimiento del jefe durante mucho tiempo. En el mejor de los casos, la
expresión de la ira daría lugar a una situación desagradable. En cambio,
podemos tomar la decisión de utilizar esa energía de manera constructiva para
nuestro propio beneficio. Puede inspirarnos para crear un proyecto que, debido
a su excelencia, pruebe nuestro punto de vista. Puede ser la energía que nos
eleve y nos saque de una situación insatisfactoria. Podemos utilizar esa
energía para crear nuevas oportunidades laborales o encontrar un trabajo mejor,
formar un comité, mejorar nuestra situación laboral, crear un sindicato o hacer
cualquier cosa que creamos beneficiosa para nuestros objetivos.
En las relaciones personales, existe esta
misma oportunidad. Podemos usar la ira para inspirarnos y mejorar nuestras
habilidades de comunicación, hacer un curso sobre relaciones interpersonales o
inscribirnos en un programa de crecimiento personal. La ira puede inspirarnos
para poner claridad en nuestro esfuerzo y hacer mejor el trabajo. Así, esta
situación puede dar como resultado la reafirmación. Puede inspirarnos a buscar
dentro de nosotros mismos y a renunciar a todos los sentimientos negativos a
través de la aceptación. En lugar de enfadarnos, podemos aceptar la situación.
Referencia bibliográfica:
Hawkins, D. R. (2014). Dejar
ir. El camino de la entrega. España: El grano de mostaza.
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