Bebiendo
un ciervo en cierta fuente cristalina, se vio retratado de cuerpo entero en el
agua. Admiración y orgullo le causó la belleza de sus ramosos cuernos; pero
inclinando la vista hacia abajo, se avergonzó y casi maldijo la fealdad y
flaqueza de sus patas. En esto, la trompa del cazador y el ladrido de perros le
avisó del peligro que corría, y escapando en veloz carrera por el llano,se libró prontamente de sus terribles perseguidores. Unas ramas, sin embargo,
detuvieron su huida, enredándose entre los cuernos, y por pronto que quiso
desasirse, perros y cazadores dieron sobre el desdichado sin piedad. Se cuenta que al morir exclamó el Ciervo: -“Ahora comprendo, aunque tarde, cuán
peligroso era lo que amaba, y cuán útil y necesario lo que aborrecía.”
2.-
El Niño y la Madre.
Cierto
chicuelo revoltoso, hurtó un libro en la escuela y se lo llevó a su Madre. La
mujer, que se excusaba con esto de comprarle otro, colmó de caricias al Niño,
alabando por extremo su agudeza. Envalentonado éste robó alguna otra cosa, y
después otra más; hasta que cogido por la justicia en un nuevo hurto, fue
llevado a la cárcel y sentenciado a muerte. La Madre se deshacía en lágrimas
tras el reo; pero el niño, parando la comitiva, exclamó: -“Si cuando hurté el
primer libro no te hubieras reído, ahora te excusarías de llorar mi desgracia.”
3.-
Las dos Cangrejas.
-“Querida
mía (dijo en cierta ocasión a su hija una Cangreja anciana): ¿Por qué andas de
costado y en tan ridícula manera? ¿No seria mejor que echaras el cuerpo hacia
delante, como todo el mundo?” –“Verdad es (contestó la Cangreja joven); pero me
parece que yo ando lo mismo que mi madre. Déme ella el ejemplo, y yo lo seguiré
con alma y vida.”
4.-
La Zorra en el pozo.
Habiendo
caído en un pozo cierta Zorra desventurada, hizo heroicos esfuerzos por sacar
la cabeza del agua, pero sin coseguir asirse a los brocales. En esta
conformidad, se asomó al pozo un Lobo viejo, que andaba por allí, y al verla
dijo: -“¿Es posible, querida hermana, que
os encuentre en tan amargo trance? ¿Cuándo habéis caído? ¿Está muy fría
el agua? ¿Cómo sucedió el trabajo? ¡Cuánto siento hija mía, vuestra
desventura!...” –La Zorra, que ya se iba amoscando con aquella sarta de
cumplidos, le interrumpió diciendo: -“Amigo Lobo, mejor que todas esas frases
cariñosas, preferiría una cuerda.”
5.-
La Mujer y la Cántara
Una
pobre Mujer hallóse cierto día una Cántara vieja y desmochada, que había tenido
vino. Acercóle la nariz, y aspiró con éxtasis el aroma excelente que se
exhalaba de aquellos cascos inútiles.-“¡Oh Dioses! (exclamó). ¡Cuán delicioso
sería el vino que encerraba esta Cántara, si tal perfume se desprende aun hoy
de sus heces!”- Después, reflexionando, añadía para sí: -“Una buena vida es
como una buena Cántara, que a la vejez conserva perfume de grandeza, aun cuando
su aspecto sea achacoso y miserable.”
6.- El Rey y el
Esclavo
Durante
una excursión que el Rey hacía por los jardines de su palacio, notó que cierto
Esclavo, separándose de sus compañeros que trabajaban, vino a regar las sendas
por dónde él había de pasar, a cortar las ramas que pudieran estorbarle y a
aprovechar cuantas ocasiones hubiese de ser útil a su señor: -“Te engañas, por
vida mía (díjole el Rey con severo acento), si piensas que he de darte la
libertad en pago a esas adulaciones que no te pido. Mejor se la daría a
cualquiera de los otros que siguen imperturbables en mi presencia cumpliendo su
deber.”
Referencia
bibliográfica:
Mier,
E. (1971). Las fábulas de Esopo.
México: Epoca,
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